Opinión . Clarin
Por Andrés Cisneros EX VICECANCILLER
27/02/12 - Clarin
Cierto que “los habitantes de Malvinas puedan ser reconocidos como sujeto de derecho”, pero también los argentinos somos sujeto de derecho. Si ellos lo aceptaran, tendríamos “una estrategia que concilie los intereses nacionales legítimos con el principio de autodeterminación”, tal como pide el documento sobre Malvinas que acaban de suscribir intelectuales como Luis Alberto Romero, Beatriz Sarlo e Hilda Sabato, entre otros.
El reconocimiento unilateral de la autodeterminación sería un error conceptual (ellos no reconocen ningún derecho nuestro) y una catástrofe política : se pronunciarían en favor de la soberanía británica o isleña y Argentina quedaría fuera, sin haber sido escuchada jamás.
No otorguemos carácter fundacional a toda propuesta: lo hecho antes que nosotros no sirve para nada, es de hoy en adelante que todo andará bien, a partir de este enfoque nuevo que yo propongo. Así no se construyen políticas de Estado.
Este elogiable documento podría rozar dicho carácter cuando se presenta “(elaborando) una visión alternativa que supere el conflicto y aporte a su resolución pacífica”, sin apoyarse en la experiencia de varios gobiernos que transitaron caminos semejantes.
Los acuerdos de 1971 generaron un clima tan propicio que por dos veces nos ofrecieron un arreglo semejante al de Hong Kong y no lo aceptamos. Lo propio, la cancillería de Guido Di Tella, con un objetivo elemental para todos los que pierden una contienda bélica: reconstruir la situación previa a la guerra.
Así, cuando el documento propone “avanzar hacia una gestión de los recursos naturales negociada entre argentinos e isleños” debe recordarse que ya lo intentamos : se firmaron acuerdos de pesca y petróleo que en 2007 el gobierno argentino denunció por antipatria.
Preocupados por buscar caminos de diálogo, los firmantes de este documento denuncian la “contradictoria exigencia del gobierno argentino de abrir una negociación bilateral que incluya el tema de la soberanía al mismo tiempo que se anuncia que la soberanía argentina es innegociable.” Tienen razón en la coyuntura, porque la actual administración asume una posición patriotera del todo o nada, rebajándonos al mismo nivel de soberbia que criticamos a Londres . Sólo que nadie ignora que este conflicto seguramente no se resolverá en un tribunal que determine, desde algún Olimpo de autoridad, quién tiene razón y quién no, a lo suma cero, sino dentro de muchos años, tras una larga y trabajosa negociación entre todos los interesados.
Por caso, sería un error enredarnos ahora en la hipótesis de si los isleños serán o no una tercera parte: lo decidirán otros argentinos, de otras generaciones, el día en que Gran Bretaña tenga que sentarse a discutir como hacen los países civilizados. Las islas no son un país independiente, han elegido vivir en el interior de un Estado, y no pueden repicar y marchar en la procesión.
Este valiente documento invita a los argentinos a debatir un tema tabú, perniciosamente sacralizado mucho menos en beneficio de la gente que de los autoasignados guardianes del templo.
Con el paso de los años, algunos de sus firmantes cambiarán en poco o en mucho sus puntos de vista, seguramente para mejor, como espero hacerlo yo y como seguramente harán quienes hoy discrepan tan frontalmente. Bueno sería: es así como se construyen las políticas de Estado.
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