jueves, 4 de abril de 2013

Para Cristina, Londres se verá obligada a negociar por las islas

POR CARLOS GUAJARDO – Clarin

“No va a poder mantenerse así demasiado tiempo”, pronosticó en Puerto Madryn. Espera que el apoyo de América latina convenza a Gran Bretaña de reabrir el diálogo. También criticó a Cameron.

Acto. Cristina Kirchner, junto a Boudou, muestra ayer una foto sobre el regreso de los ex combatientes a Puerto Madryn luego de la derrota en Malvinas, en junio de 1982./DANIEL FELDMAN

ETIQUETAS

03/04/13   Clarin

La presidenta Cristina Kirchner afirmó ayer que la falta de diálogo con el Reino Unido por la soberanía de las Malvinas “no va a poder mantenerse así demasiado tiempo”. Al encabezar el acto oficial por los 31 años del desembarco argentino en las islas, basó su pronóstico en que Malvinas “ya no es únicamente una causa argentina. Porque si de algo me enorgullezco, si de algo me siento plena de amor, es haber logrado, con el acompañamiento de todos los mandatarios de la América Latina, de la UNASUR, del MERCOSUR, de la CELAC, haber convertido a Malvinas, ya no es una causa nacional, sino en una causa regional de soberanía y en una causa global de lucha contra el colonialismo”.

Luego volvió a criticar duramente al Reino Unido y por elevación al primer ministro David Cameron al pedirle que “ no usen el tema Malvinas para tapar el desastre económico que vive Europa con despidos y desocupación” como así tampoco “el nuevo ajuste que tiene pensado implementar en Londres”.

Cristina reprochó a los ingleses por “negarse a hablar sobre la soberanía de las islas con un gobierno democrático, defensor de los derechos humanos y sociales cuando años atrás dialogaban con una dictadura sangrienta y genocida”.

Rodeada de casi todo su gabinete, el vicepresidente Amado Boudou y el gobernador de Chubut Martín Buzzi, dijo también que “hoy la argentina no tiene enemigos, los únicos enemigos son la pobreza y la desigualdad que venimos combatiendo desde hace diez años.

Hoy el enemigo es el gobierno y no el pueblo de Gran Bretaña, un gobierno que no quiere dialogar pese a que existe un clamor de todo un continente”.

En un momento de su discurso de 40 minutos, Cristina tuvo un error geográfico: llamó Golfo San Jorge al Golfo Nuevo donde se encuentra Madryn. Desde el palco, alguien le comentó el error y reaccionó rápidamente: “Bueno es lo mismo, es todo igual. Dije San Jorge para que no se enojen los de Comodoro Rivadavia que andaban medio cabreros porque no fuimos para allá. Que tontería”.

La presidenta se refería a la actitud de los ex combatientes de la ciudad petrolera que, enojados por el cambio de escenario (el acto central iba a ser en Comodoro) decidieron no viajar (Ver aparte). Sólo hubo un puñado de ex combatientes llegados desde distintas partes del país.

El acto se realizó en el Monumento a los Caídos ubicado en la costanera de Puerto Madryn, frente al mar. No asistió la multitud que se esperaba: hubo unas 1.500 personas pese a que el clima acompañó ya que fue un mediodía sin viento y con una agradable temperatura.

Tras hacer un relato de cómo vivió los días de la guerra en Río Gallegos donde residía, Cristina habló de los 123 soldados enterrados como “NN” en el cementerio de Darwin (Ver aparte) y tuvo otro mensaje para Cameron: “Mientras ellos militarizan en vano y mandan buques de guerra al Atlántico Sur nosotros mandaremos un buque científico por un convenio que tenemos con el gobierno de Canadá”.

En el final de su discurso homenajeó a Matías Sanzana, un joven de 24 años militante de La Cámpora en Rawson que durante el verano perdió la vida en el mar tras salvar la de otros dos chicos que se estaban ahogando. “Es el mejor ejemplo de amor al prójimo”, dijo.

El acto dejó postales políticas. Como el abrazo del secretario de Comercio, Guillermo Moreno y el líder piquetero K Luis D´Elía, sentados muy cerca uno del otro en una de las gradas laterales y la presencia de una bandera de Venezuela que, cuando se retiraba entre la gente Cristina hizo flamear reiterada veces. D’Elía hasta el acuerdo con Irán por la AMIA era evitado en los actos oficiales.

miércoles, 3 de abril de 2013

Las Malvinas en números

El Explicador
Las Malvinas: los números de las Islas

Por Olivia Sohr (@olisohr)

Martes 02 de Abril de 2013

Un breve repaso de cuántos son, cómo y de qué viven los habitantes de las Islas.
El
censo que se realizó en 2012 en las islas brinda un panorama sobre cómo viven y de qué viven los habitantes de las Malvinas. Algunos de los datos fueron sistematizados por el Datablog de The Guardian.
Hoy viven en la isla 2932 personas, de los cuales el 75% vive en Puerto Argentino/Port Stanley. Los militares, al no ser residentes, no son incluidos en el censo, pero según estima The Guardian, serían 1300 personas. El costo de mantener a estos soldados en las islas aumentó desde 2006, cuando eran £65 millones de libras (U$D98 millones), hasta los £75 millones en 2011 (U$D113 millones), último dato disponible.
El 59% de la población dice considerarse “falkland islanders, el 29% se considera británico, el 9,8% es de Santa Helena y el resto son chilenos.
Ganan £20.100 libras por año (alrededor de U$D30.400), por debajo de lo que gana un trabajador promedio británico (£26.500, alrededor de U$D40.000).
El empleador más grande de las Islas es el propio gobierno, que representa el 28% del empleo. El 11% de la población se dedica a la agricultura y otro 11% al turismo, los restaurantes y servicios relacionados. La agricultura sigue siendo una parte importante de la economía isleña, donde la cría de ovejas es una de las actividades dominantes. Hay cerca de 500 mil ovejas en las Islas, es decir 167 ovejas por cada habitante (comparado con siete ovejas por cada habitante en Nueva Zelanda).
En 1986, el Reino Unido declaró una zona de administración y preservación de 200 millas alrededor de las Islas y le dio al gobierno isleño el derecho a explotar las licencias de pesca, a pesar de que estas fueran reclamadas por la Argentina. Esta decisión cambió radicalmente la economía de las Islas, según detalla Bruno Tondini en su
libro “Malvinas. Historia, aspectos jurídicos y económicos”.
A partir de entonces ésta pasó a ser la principal fuente de ingresos,representando más del 50% del PBI, según
informa el propio gobierno isleño. Éste agrega también que “el costo de defender las Islas está cubierto actualmente por el gobierno de su Majestad (…) Más allá del gasto de Defensa, la islas no reciben más asistencia financiera del Reino Unido”.
Los argentinos que estuvieron
Según
declaraciones del ministro del Interior y Transporte, Florencio Randazzo, quien tiene a su cargo la Comisión Nacional de Ex Combatientes de Malvinas, son 23 mil ex combatientes quienes cobran actualmente el equivalente a tres jubilaciones mínimas. Esto representa el 1% de lo que destina la ANSES a jubilaciones y pensiones, de acuerdo con los datos del organismo. Existen también compensaciones provinciales.

Fuente:

http://www.chequeado.com/el-explicador/1541-las-malvinas-los-numeros-de-las-islas.html

size=3 width="100%" align=center>

martes, 2 de abril de 2013

James Peck

“En las islas me llamaron traidor cuando me nacionalicé argentino”

http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/islas-llamaron-traidor-nacionalice-argentino_0_893910741.html

Es pintor y autor de "Malvinas, una guerra privada", tiene 44 años y nació en Malvinas. Su padre fue el único kelper que peleó en la guerra.

POR JULIÁN LÓPEZ - Especial para ClarínJames Peck. El artista malvinense, que vive en Buenos Aires, posa con uno de sus cuadros en su atelier. Lorena Lucca

James Peck. El artista malvinense, que vive en Buenos Aires, posa con uno de sus cuadros en su atelier. Lorena Lucca

MÁS INFORMACIÓN

Es una tarde soleada de comienzos de otoño en Buenos Aires, tal vez la estación que mejor le queda a esta ciudad, cada vez más llena de autos y de árboles desprolijos, una ciudad que parece repetir su mito de crisol de razas y de contenedora de las historias más diversas. Una de estas historias está en el atelier de James Peck, artista visual que acaba de publicar su primer libro: Malvinas, una guerra privada (Emecé).

Entre el título del libro —que es el crudo testimonio del hijo de un héroe de guerra kelper— y el nombre del autor, hay una tensión que se explica rápidamente: Peck es el primer hombre nacido en las Islas Malvinas que se nacionalizó argentino y recibió su D.N.I., en junio pasado, de manos de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.

Nacido en 1968 en las islas, Peck vino a la Argentina por amor, cuando, después de la guerra, la vida de una pareja “mixta” en el archipiélago se hizo difícil. “Quise abrazar la historia de mis propios hijos que nacieron acá —cuenta en un español de erres casi mudas y acento australiano—, yo vivía con la cabeza en medio de esa guerra, sentía que tenía que defender a mi padre, a las islas”.

“Yo tenía sólo trece años cuando estalló el conflicto y aquí nadie me atacó, pero muchos en las islas me llamaron traidor cuando me nacionalicé argentino”, dice.

Como una especie de Hamlet que se despoja del mandato de defender y vengar el honor de su padre, Peck describe en el libro cómo fue crecer en un ambiente que era hostil aún antes de la guerra. Una población de alrededor de 1800 personas, en tiempos en que no había televisión, en un paisaje gris y plano y, cuesta creerlo, sin árboles: “la primera vez que estuve en un lugar con muchos árboles fue en la Patagonia y no pude tolerarlo, necesitaba ver el horizonte, me pareció demasiado hermoso para soportarlo”. En el atelier de Peck están colgados algunos de sus cuadros, llama la atención que sean paisajes pero, para este isleño, los paisajes son una medida del mundo, por eso pinta los picos de la cordillera mendocina, por eso se empeña en describir los accidentes de una geografía que de chata no tiene nada.

Sobre los soldados argentinos que el 2 de abril de 1982 alteraron para siempre la vida de las islas recuerda el hambre, los robos de comida, la ropa miserable. Uno de sus recuerdos aterradores de la guerra no es el estruendo de las bombas, ni el vuelo rasante de los Exocets, ni siquiera de la vez que sacando fotos desde el techo de su casa su objetivo se encontró con el caño de un fusil que le apuntaba de frente: “estábamos en casa y escuchamos que los vidrios de la habitación de arriba explotaban, un ruido horrible, vi debajo de la puerta las sombras de unos pies, por las rendijas de las ventanas tapiadas con frazadas, vi las siluetas de los soldados. Habían tirado una piedra para romper la ventana y entrar a robar comida” —desgrana en un relato que siempre parece al borde de todo—, pero sigue y se aventura a lo que sucede hoy: “lo que pasa en las islas no es genuino, no es inocente y con el referéndum hay mucha manipulación.

Aunque suene muy fuerte lo que digo, por más que algunos isleños digan que quieren tener el control, un tipo de independencia, yo creo que no tienen el coraje de hacerlo y les dejan todo a los británicos. La guerra también se llevó la poca identidad que teníamos”, sentencia.

-¿Había una identidad kelper antes de la guerra?
-Sí, no era muy compleja, una combinación de cosas argentinas e inglesas, galesas, irlandesas, es triste pero eso no existe más. Y me parece que eso es lo que está en mi libro, eso es lo que tenía para decir.

-¿Por eso lo escribiste?
-Sí, para ser el mejor padre para mis hijos y dejar de defender cosas que no quiero defender, no quiero cargar siempre con una guerra privada.

-Tu padre fue el único malvinense que peleó para los británicos...
-Sí, él tenía 43 años y es raro: es la misma edad que tenía yo cuando tramité mi documento acá. El murió en las islas en 2006 pero en esa actitud de tomar posición me parezco a él, yo creo que no se puede permanecer sin hacer nada, creo que hay que actuar según las convicciones y soportar el peso de las consecuencias.

James Peck escribió su propio testimonio sobre Malvinas, ese trauma que se pensó para salvar la dictadura más sangrienta de nuestra historia y se cobró la vida de 649 jóvenes argentinos. Una guerra también entre paisajes: el insular, malvinense y británico, y el continental argentino, una guerra que merece ser revisada una y otra vez para honrar a los muertos y a sus familiares, para resarcir a los heridos y para que el reclamo de soberanía argentina sea tan potente como íntegro.

Malvinas: memoria de los “sobremurientes”

POR FEDERICO LORENZ HISTORIADOR (CONICET/IDES)

El recuerdo de la guerra del Atlántico Sur en 1982 nos insta a distinguir cada vez más claramente entre las responsabilidades políticas y el sacrificio de los soldados, que permitió que nuestra sociedad se asomara al horror que había engendrado y con el que había convivido en esos años.

Malvinas: memoria de los “sobremurientes”

02/04/13 – Clarin

Dos ex combatientes, muy jóvenes, se abrazan al reencontrarse en una marcha. Saltan apretados, rodeados por otros como ellos: unos parecen algo aturdidos, otros gritan (se lee en sus labios “¡Vamos!”), todos tienen el pelo crecido, un cigarrillo entre los dedos. Muchos llevan boinas, camperas verdes, o birretes. Hay banderas argentinas. Son muy jóvenes, pero sus ojos no. Tal vez los lectores recuerden la escena, al final de la película Los chicos de la guerra, estrenada allá en el lejano 1984.

No sé si tienen presentes esas imágenes. Vuelven a mi memoria cada año desde que las vi por primera vez, desde el instante en que me crucé con esas marchas, en los primeros años de la democracia, o con las historias de esos hombres, años después. Eran tiempos de descubrimientos y conmociones, en las que los ex combatientes pagaron con dureza el hecho de encarnar a la patria derrotada, en los años en que también descubríamos que Argentina había sido un gran campo de concentración.

Quizá sean menos los que tengan presente que la primera película masiva que cuestionó a la dictadura fue precisamente Los chicos de la guerra.

La Historia oficial (1985) y La noche de los lápices (1986) vinieron después. No es una figura: fue el sacrificio de los soldados en Malvinas el que permitió que nuestra sociedad se asomara al horror que había parido y con el que había convivido. Por eso en esos primeros años no fue sencilla la distinción entre el deber, la convicción (o la mezcla de ambas cosas), unidas al compañerismo de los veinte años que en promedio tenía la abrumadora mayoría de conscriptos que combatieron, y la dictadura que los envió a pelear.

No hubo lugar para el homenaje que muchos de los que marcharon a las islas merecían, entre otras cosas porque su sacrificio fue manipulado por los que buscaban eludir la condena de sus conciudadanos.

Un poeta ex combatiente, Gustavo Caso Rosendi, escribió que ellos son los “sobremurientes”.

Todos los que teníamos alguna conciencia en esos años, somos de alguna manera sobrevivientes, pero a ellos les tocó la peor parte.

A lo largo de tres décadas, la ambigüedad con la que debieron cargar ha hecho oscilar un discurso público que los pinta ya como víctimas de la dictadura, ya como héroes de la patria, sin producir una síntesis para abordar de una manera más compleja esa época binaria. Al no poder hacerlo, transformamos en binario el presente.

En la década menemista, desde el Estado fueron reivindicados desde el discurso patriótico, como si no hubiera habido una dictadura en el medio.

Desde el 2003, las viejas denuncias de algunas agrupaciones por abusos durante la guerra fueron retomadas y revitalizadas. Hoy vuelven a presentarse otras por crímenes de guerra cometidos por los británicos.

En síntesis, la experiencia de la guerra, que es la de los sobremurientes, baila al compás de la política interna, mientras los vivos y los muertos aguardan una reparación histórica. Esta excede la publicación de un informe, un paso auspicioso, pero que debe ser seguido por la justicia.

Todavía no disponemos de una historia oficial de la guerra. El Informe Rattenbach no lo es.

De conocer e incorporar sus experiencias, todavía estamos lejos. Encarnan en los vivos, y están en Malvinas. En el cementerio, en los patéticos y solitarios restos de las batallas. Esa soledad, que los fantasmas de nuestros muertos niegan, sólo fue rota por el reconocimiento popular, constante a lo largo de tres décadas, un bajo continuo frente a la errática voz gubernamental. Esa solidaridad de una sociedad con sus hijos merece una mejor historia sobre Malvinas tanto como los que combatieron.

La discusión acerca de la soberanía de las islas Malvinas no tiene nada que ver con el reconocimiento histórico que debemos a los combatientes de 1982. Como en otros temas de nuestro pasado, este será posible el día en que la memoria y la justicia sean sinónimos.

Mientras los planos se confundan, la disputa y las heridas permanecen abiertas.

“Malvinas guardará por siempre nuestra memoria”

ETIQUETAS

02/04/13 – Clarin

“Malvinas guardará por siempre nuestra memoria”

Las Malvinas son nuestro territorio por geografía y por historia. Su defensa y amparo guardará por siempre nuestra memoria, generación tras generación.
En 1830, junto con los primeros argentinos que nacieron en Malvinas, Luis Vernet gobernó estas islas que las autoridades de Buenos Aires mandaron poblar. Patrimonio nacional por herencia española y súbdita virreinal, el ilustre patriota, nuestro pabellón azul y blanco, con orgullo hizo flamear. Aquel gobernador disfrutó viendo a los primeros infantes argentinos que nacieron en este territorio al que amó y a su primera hija, “Malvina” bautizó, dándole la gracia y el privilegio de ser la primera niña en llevar este nombre.
Un pasado y un presente injustos, con Gran Malvina al oeste y al este Soledad, son visitadas por espíritus patriotas y fuertes vientos con aire de libertad. Fueron incautadas y despojadas por una potencia imperial, sin advertir que forman parte indivisible de nuestro ser nacional.
En el siglo XX, la aventura belicista de una dictadura militar, puso aviso al mundo del conflicto insular. Hoy la niebla en retirada, permite una curiosa mirada al campo santo ausente de acero, donde antes reinaba el cruel mortero que con su boca de fuego iluminó la noche y abrió el juego, contra el viejo invasor. El recuerdo eterno será para los bravos soldados que apoyó toda la gente, porque defendieron la Patria, ofrendando su vida con altruismo, a la hora de la lucha en que dijeron presente. Sus cuerpos forman parte de estas islas, que con su sangre regaron. En tanto, otros retornaron, sin gloria ni honor, mientras el pueblo indiferente les dio la espalda después de tanto horror.
Sus almas desiertas de gloria lloraron y la multitud ausente de los soldados se olvidaron. Sin embargo, a pesar de las dificultades, una vez más, el pabellón con orgullo flameó, un 2 de abril de 1982.
José Luis Castellano

Voces que se unen en el reclamo por las Islas
Esta carta fue dirigida a la madre de un compañero caído en combate en la guerra por las Islas Malvinas. Es un pequeño homenaje a aquellas heroínas que esperaron nuestro regreso.

“Señora, tengo que decirle algo y le juro no me animo. Fui amigo de su hijo. Combatimos por lo mismo, éramos como hermanos, lo compartíamos todo, los mates, los cigarrillos, hasta su foto, aquella foto que usted en la partida le dio. Por eso, con una foto, señora, soñamos dos, soñamos con el regreso y abrazando esa ilusión tratamos de darnos fuerzas para salir de ese horror. ¿Su hijo? Su hijo fue un valiente. Que sin temer al destino le puso el pecho a la bala que buscaba mi camino. Yo se que no es lo mismo que su hijo no regresó y quizá esa sea mi condena, señora, el no haber quedado yo. Pero si algún día quiere saber algo más de aquello, llámeme, señora, que yo voy a estar a su lado para gritar en silencio que su hijo fue mi hermano, que su sangre hoy es mi sangre, y si usted va buscando un hijo, señora, yo voy buscando una madre”.

Edgardo Zapata

Están y pertenecen a nuestro territorio, un territorio fértil y dispuesto a abrirse, a compartir, no a ser usurpado. Hace ya demasiados años que fueron ocupadas por aquellos que no están conformes con lo propio, disconformes con lo que tienen y necesitan extender sus brazos y manos temblorosas y sucias para “agarrar” lo que no les pertenece y adueñarse de lo ajeno. Son ladrones, esos que viven de lo de otros. Rapiñas que erigen templos y palacios con lo que han robado. Se empecinan en avalar el robo como si fuera parte de su esencia, un robo permitido legalmente porque ellos lo dicen. Y no importa que el mundo entero se levante y grite a viva voz que el territorio ocupado no es de ellos, y el colmo, para agregar disgusto, denigran el “ser argentino” con una votación inventada y loca.

Se aglutinan alrededor de lo que no es de ellos y lo defienden con buques de guerra, armas sofisticadas y palabras vacías, huecas de lucidez. No es fácil lidiar con locos, tal vez la única sea mostrarse tan locos como ellos y perseverar en el reclamo aún ante sus oídos sordos, hasta que se cansen, hasta que envejezcan los obstinados, y comiencen a crecer los lúcidos, los que aman lo propio, los que aceptan lo que son y valoran lo que tienen. Esto continúa.

Maia Zuretti

Ya no son de nadie. No me hables de soberanía. Se ahogó en 1982 con sangre de 649 Argentinos, 255 ingleses y 3 isleños. No me digas lo que es de quien porque ya no me importa poseerlo.

Solo hablame de la tristeza de los muertos y las madres que los amaron. Hablame de lo que nos une. No de lo que separa. Las islas no son ya de Argentina ni de Gran Bretaña. Las islas son de los que murieron por ellas. Y ellos nos dicen: regálenlas al viento. No hagáis política aquí.

Por ello, las islas deben ser un estado independiente o compartido. Un símbolo viviente de la paz que saben construir pueblos iluminados. Se lo debemos a los inocentes que allí murieron.

Julian Randle

Pareciera que una cosa no tiene que ver con la otra, pero, ¿nos imaginamos unas Islas Malvinas manejadas por Argentina? Y es muy probable que pase lo que está pasando en la base Antártica Orcadas: queremos recuperar a nuestras hermanitas perdidas, pero no cuidamos lo que ya tenemos y fatalmente hay fauces abiertas inglesas y chilenas que quieren fagocitarse parte de nuestra Antártida ¿Así cuidamos nuestro territorio?

Lidia Fontela

Quizás deberíamos hacer un referéndum entre todos los argentinos hacia el mundo entero explicando porqué las Islas Malvinas son argentinas, como hicieron los kelpers.

Ellos saben que las Islas Malvinas son argentinas, por legado, historia, ubicación geográfica, ocupación con habitantes argentinos y gobernación (Vernet) de las mismas. Queremos ser los derecho-habitantes de las Islas porque ese territorio es nuestro desde 1810 y fue usurpado por la colonia inglesa veinte años después, llevando mas de 200 años de usurpación y depredación de nuestro mar del sur.

Realicemos los más urgente un referéndum para que los argentinos expresemos nuestra voluntad de contar con dicho territorio como nacional y de la República Argentina por siempre.

Osvaldo Scellato