Macri, Malvinas y la Antártida
Mauricio Macri continúa con su road show internacional. Pretende mostrar una “Argentina diferente”, tal como el Presidente describió al país ante inversores, en Nueva York. En el mundo han tomado nota del cambio pero esto no significa ninguna lluvia de dólares, como presagiaba el oficialismo, con mucho de amateurismo en estas lides, cuando comenzaba la administración. Como se dice en algún ministerio, todos estos gestos son más para los de adentro que los de afuera, que ya tomaron nota de que la conducta oficial ha cambiado desde diciembre de 2015. Los de adentro, más duchos en los problemas argentinos, tienen más recelos y sospechas fundadas.
La tentación de comparar la primera aparición de Macri en la asamblea de la ONU y el último road show de Cristina existe pero solo para verificar que el discurso de hoy, tan simple pero no inocuo, es muy diferente al de la anterior presidenta, cargado de ideología, también.Macri creyó conveniente decir algo que sería obvio pero que necesitó remarcar luego de las críticas que se levantaron, inclusive entre sus aliados, por el acuerdo con Gran Bretaña. Entonces, el Presidente, que ya había dicho que la soberanía sobre las islas Malvinas es irrenunciable, volvió a llamar al diálogo a Londres para solucionar “amigablemente” la disputa de soberanía sobre Malvinas, Georgias del Sur, Sandwich del Sur y los “espacios marítimos circundantes”.
La diplomacia argentina está convencida que la mejora de las relaciones con Gran Bretaña puede traer en el tiempo que los británicos se avengan a discutir la soberanía en el archipiélago, y el espacio marítimo. Londres ratifica que todo les pertenece pensando, también, en sus derechos sobre la Antártida, que se superpone con el espacio que reivindica Argentina.
La diplomacia británica no tiene un pelo de ingenua y sabe que la posición argentina sobre Malvinas implicará concesiones que, es evidente, beneficiarán a los isleños, aunque el acercamiento forme parte de una estrategia de creación de confianza.
El “paraguas de soberanía” existe desde 1989, cuando Argentina y Gran Bretaña lo establecieron en Madrid, cuando se acordó para volver a tener relaciones tras la guerra.
La dureza kirchnerista no mejoró el reclamo argentino. Tenía, como todo, un objetivo doméstico. Macri, también, habló de soberanía por las críticas internas.
La negociación que ahora vendrá busca mejorar los vínculos bilaterales con Londres y hay gestos, además, hacia los isleños, que son ciudadanos británicos.
¿Por qué, entonces, tratarlos como si fueran un tercero en discordia?
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Desde el Frente Renovador también cuestionan el comunicado con Gran Bretaña
Desde el Frente Renovador también salieron a cuestionar el comunicado conjunto entre Argentina e Inglaterra, luego de que la canciller Susana Malcorra saliera aclarar las declaraciones de Mauricio Macri respecto a que la primera ministra británica Theresa May se mostró "de acuerdo" en iniciar un diálogo bilateral por la soberanía de Malvinas. El diputado Marco Lavagna se refirió al comunicado conjunto entre el Gobierno argentino y el del Reino Unido, que "siembra una semilla de duda" respecto a la cuestión de la soberanía de las isl.as El legislador, en diálogo con FM Blue, sostuvo que "la soberanía sobre las islas Malvinas no se discute" y que "eso implica recursos naturales, recursos marítimos". Mirá también: Macri dice que Gran Bretaña acepta retomar el diálogo sobre Malvinas "Ese comunicado no debió haber existido y hay que recordar que la política exterior corresponde al Congreso de la Nación, que nunca llevó nada de este tipo", afirmó Lavagna. Respecto a las idas y vueltas entre la canciller y el Presidente, opinó que "se suman a esta confusión que se ha generado, que no creo que sea bueno". Respecto al proyecto de sancionar empresas que trabajan en Argentina y las Malvinas, el diputado del massismo dijo que desconoce la existencia de proyectos en ese sentido. Mirá también: La canciller Malcorra salió a bajar el tono de los dichos de Macri por Malvinas "Si vamos a discutir, discutamos cómo recuperamos la soberanía, el resto no tiene sentido", señaló. Y adelantó que hoy habrá una reunión de comisión en el Congreso, para una eventual invitación a la canciller Malcorra para explicar el tema de Malvinas. "Yo creo que es bueno que la canciller venga y explique, pero lo que más nos interese es que se cierre toda duda de si uno va a estar dispuesto a negociar parte de la soberanía o no; en eso hay que ser tajante de que la soberanía sobre Malvinas no se negocia", concluyó el diputado, que además integra la Comisión de Relaciones Exteriores.¿Qué dijo Jennifer Anniston tras la separación de "Brangelina"?
Tras la confirmación de la separación de la pareja dorada de Hollywood, Bran Pitt y Angelina Jolie, todas las miradas se enfocaron en Jennifer Anniston. Mirá también: Se separaron Angelina Jolie y Brad Pitt: ella pidió el divorcio La actriz de la afamada serie Friends se convirtió en la tercera protagonista de este divorcio y no porque haya intervenido sino todo lo contrario. Jennifer estuvo casada con Brad cinco años, del 2000 al 2005, hasta que el actor conoció a Angelina en el rodaje del filme Sr. y Sra. Smith. A partir de allí los rumores de infidelidad y el final de aquel matrimonio no se hicieron esperar. Mirá también: Brad Pitt, furioso con Angelina por tratarlo de "fumón" y borracho Ahora, cual Karma divino, luego de 12 años (10 de noviazgo y 2 de matrimonio) se terminó el amor de Brangelina, como llaman los fans a la flamante ex pareja que tienen seis hijos juntos: tres biológicos y tres adoptados. ¿Los motivos de la separación? drogas, infidelidades y violencia domestica, según publicó el sitio TMZ. Al confirmarse el divorcio rápidamente los tuits del mundo se enfocaron en Anniston, convirtiéndola en Trending topic en varios países. La revista estadounidense US Weekly Magazine asegura haber hablado con un allegado de Jennifer que no dudo en demostrar su alegría ante la noticia. "Es cierto que Jennifer se siente satisfecha por la ruptura de Brad y Angelina, pero nunca quiso esto para ellos", sostuvo la fuente. "Ella siempre tenía la sensación de que algo iba a pasar entre ellos con el tiempo. No sentía que era Angelina la persona que estaba destinada a estar con Brad. Sentía que Angelina era demasiado compleja para él. Es un tipo bastante simple", asegura la publicación. Sin embargo, Jennifer hace rato que no piensa en Brad. La actriz rehízo y desde 2011 mantiene una relación con Justin Theroux. El 5 de agosto del año pasado se casó con el actor y desde entonces sólo enfrenta rumores de embarazo que desmiente cada dos por tres.Macri ratificó que con Gran Bretaña quiere hablar "de todos los temas"
La sensibilidad de un tema como Malvinas, la particularidad del lenguaje diplomático y, acaso, cierta inexperiencia de Mauricio Macri para referirse al conflicto. No está claro aún qué influyó más, pero esta mañana el Presidente argentino, de gira en Nueva York por su primera Asamblea General de la ONU, tuvo que volver a aclarar la postura del país con Gran Bretaña, respecto a las islas en disputa. En particular, su breve contacto de ayer con la primer ministro Theresa May. Fue en un contacto con la prensa, esta mañana, en la última jornada de su gira. Así lo informó Presidencia en un comunicado. Macri evaluó que el encuentro informal con May pone en evidencia un clima de "buena intención" para reanudar un diálogo bilateral con el Reino Unido que "incluya todos los temas". ¿La soberanía de Malvinas también? Mirá también: Desde el Frente Renovador también cuestionan el comunicado con Gran Bretaña Como adelantó ayer Clarín, el Presidente contó que mientras compartía ayer un almuerzo con otros colegas, "se acercó la primera ministra británica para decirme que esperaba que en el futuro nos pudiésemos sentar a dialogar". "Yo le dije que sí, que Argentina está lista para tener un diálogo abierto que incluya todos los temas. Ella dijo que le parecía razonable, pero eso no es un encuentro oficial", agregó. Además, precisó que "fue una charla que duró dos minutos, pero lo que sí demuestra, que es importante, es la buena intención". "Después tendrá que arreglarse en el tiempo una agenda oficial de trabajo en la que comenzará un diálogo que va a llevar años. Lo importante es que empecemos. Los últimos 12 años son años perdidos. Lo que nosotros queremos es que se empiece a conversar en el marco de una relación madura, inteligente", concluyó. Mirá también: Malvinas: Macri dijo que la premier británica está "de acuerdo" en comenzar a hablar de soberanía La polémica, que incluye a dirigentes del propio oficialismo en veredas opuestas, comenzó días atrás, cuando en el marco del Foro de Inversiones y Negocios, en Buenos Aires, la canciller Susana Malcorra y el vicecanciller británico Alan Duncan, firmaron un comunicado conjunto para avanzar en una decena de puntos, que incluía los negocios alrededor de las Malvinas. Entonces, se explicó que el tema de la soberanía volvería al punto que lo había puesto el presidente Carlos Menem, en 1989, cuando acordó con las autoridades británicas de entonces que ningún avance comercial o de otra índole respecto a las islas implicaría resignar el reclamo de soberanía. Ante las críticas, sobre todo opositoras, Malcorra se preocupó en aclarar que el comunicado no implicaba ningún convenio cerrado. Y una vez en Nueva York, el domingo, el propio Macri ratificaría que el reclamo por la soberanía era "no negociable". Mientras, desde el propio oficialismo le pedían a Malcorra que vaya al Congreso a explicar los alcances del ya famoso comunicado. La crónica de la novela siguió ayer. Fue cuando el enviado de Clarín en Nueva York adelantó que Macri había tenido un contacto con May y el presidente argentino había contado que la premier británica estaba "de acuerdo" en volver a hablar de soberanía. Ahí volvió a estallar Malcorra, que durante horas intentó bajarle el tono a los dichos de su jefe. Mirá también: La canciller Malcorra salió a bajar el tono de los dichos de Macri por Malvinas La canciller, más conocedora que Macri de la sensibilidad diplomática y en carrera para ser secretaria de la ONU, donde busca también el apoyo de Gran Bretaña, buscó desde entonces aplacar cualquier polémica. Mirá también: Un discurso desencantado que no desencajó Pasadas las 22 de Buenos Aires, Malcorra señaló a través de un comunicado: “Por supuesto la primera ministra dijo que se encontrarían, pero no es que se habló de una hoja de ruta, o dónde van a ser los próximos pasos, que este tema esté cerrado y arreglado y avanzado”. Aclaró que la soberanía es una cuestión por debatir con Gran Bretaña, pero “de ahí a decir que el tema ya está en la mesa, y que ya hemos acordado avanzar en el tema hay un gran recorrido”. “Puede que no lleguemos a nada, que avancemos en algunos temas y otros no o que nos tomen años. Es una señal de disposición de dialogar”, concluyó Malcorra anoche. Esta mañana, otra vez Macri pareció querer pararse en el medio. Mostrar la predisposición de avanzar en una relación más profunda con Gran Bretaña, sin resignar soberanía, pero también sin generar rechazo del Reino Unido y los kelpers. Un equilibrio extremadamente complicado.Macri puro: prolijo, previsible, alineado
Todo estuvo cuidadosamente calculado. Es de presumir que incluso el oportuno beso con Juliana Awada apenas dejó el estrado de las Naciones Unidas y su exacta fotografía tomada desde bambalinas con la gran sala como fondo, distribuida al minuto por la Casa Rosada. Así como ese tierno final de pura consolidación de imagen, todo lo que hizo Mauricio Macri en su primera presentación ante la Asamblea General de la ONU recorrió una carretera de absoluta previsibilidad. Le salió perfecto: esa idea es lo que el nuevo presidente argentino pretende transmitirle al mundo que le importa. Previsible puede acercarse mucho a confiable. A esa estación terminal pretende llegar Macri. Hay un hilo conductor nítido en la acción del Presidente que determina el sesgo de su política exterior. Este Macri de Naciones Unidas es el mismo de la cumbre de la élite política y empresarial de Davos en enero; el de la visita de Barack Obama en marzo; el que también recibió en Buenos Aires al francés François Hollande y al italiano Matteo Renzi; el que dialogó en la reciente cumbre del G 20, con el mandatario chino Xi Jinping y con el ruso Vladimir Putin. El jefe del gobierno que organizó hace una semana el Foro de Inversiones y Negocios con asistencia entusiasta de centenares de líderes empresarios globales. El que acordó con los fondos buitre, levantó el cepo y salió del default. El que aceptó recibir después de diez años a una misión del Fondo Monetario. Ese es el Macri del discurso de quince minutos ante la Asamblea de la ONU; el de la reivindicación de la soberanía en Malvinas pero al mismo tiempo la exhortación a un diálogo amigable con Londres; el de la conversación informal pero programada y productiva con la nueva premier británica Theresa May durante el almuerzo de jefes de Estado. Es el presidente argentino que en Naciones Unidas pide colaboración internacional para ayudar a resolver los dos atentados criminales sufridos en 1992 y 1994 en la embajada de Isarel y la AMIA; pero que se cuida de mencionar a Irán como responsable de los ataques quizás porque -en una lectura simple- este Irán de hoy está en el radar de aliados de los Estados Unidos y ya no es el régimen fundamentalista que financió y exportó terrorismo en las décadas pasadas. El mismo Macri que recuerda que el país volvió a los mercados internacionales y pide inversiones; el que anuncia que Argentina ampliará la recepción de refugiados de Siria, como quieren el papa Francisco y también Obama. El que en una conferencia junto a Bill Clinton sostiene que en la Argentina “la gente decidió un cambio que terminó con una década de populismo”. Y que en una entrevista con el muy influyente periódico londinense Financial Times asegura que la situación de Venezuela es “un desastre” y que lo que allí practica el chavismo “no es democracia”. Prolijo, previsible, alineado. Ese es el Macri conectado en modo internacional que funciona así desde mucho antes de ser Presidente. Y es el Presidente que está haciendo, en ese terreno, lo que se esperaba para llevar a la Argentina al lugar que él mismo le había prometido a más de la mitad del país que lo votó. Puede gustar su política o puede ser repudiada. Puede tildársela de abierta, moderna y transformadora o de entreguista y subordinada al interés transnacional. Pueden pedírsele matices más ricos o elaboraciones más sutiles. Se trata en todo caso, a favor o en contra, de posiciones las más de las veces preconcebidas. Pre-juicios verdaderos, estampados con un sello ideológico que no necesita -y en verdad prefiere- esquivar la corroboración de los hechos, demasiadas veces incómodos para probar aquellas teorías. Puede tener éxito o puede fracasar Macri con esa política. Pero así y todo, incluso con errores tácticos y deslices semánticos suyos o de sus funcionarios, es difícil negarle al Presidente la autenticidad y convicción con que expresa, en la escena internacional, su modo de ver el mundo y su intento de insertar al país en esa frecuencia global a menudo tan extraña y lejana. En este terreno, como en varios otros, el Presidente no necesita sobreactuar su diferencia con la concepción y el método del sistema kirchnerista y con Cristina, que fue su expresión última y más sofisticada. Sucede que Macri, sencillamente, es diferente a Cristina. En la campaña electoral y aún hoy, transcurridos nueve meses de gobierno, ése sigue siendo un activo político de alto valor para el Presidente. Una viga fundamental que le permite mantener en pie el edificio de la aceptación pública de su gobierno, después de un larguísimo invierno de ajuste cuya gradualidad fue casi imposible de percibir para los sectores menos favorecidos de la sociedad. El contraste entre las mieles que recibe afuera del país y las amarguras que debe resolver fronteras adentro han sido una constante en el tiempo de gestión de Macri. Incluso la política exterior es en estas horas objeto de un debate algo desmesurado, fogoneado por un intenso y a la vez legítimo interés político de la oposición, a propósito del comunicado conjunto firmado hace una semana por la canciller Susana Malcorra y el vicecanciller británico Alan Duncan. Ese texto, que contempla la posibilidad de establecer otra escala mensual en el continente para vuelos a las Islas Malvinas, incluyó avances sobre una eventual colaboración y complementación en materia de petróleo, pesca y turismo entre otros rubros. Allí saltó la chispa y se bordeó el incendio. El mismo Macri, desde Nueva York, debió aclarar que se trataba de un comunicado y no de un acuerdo. Y que la soberanía de las Islas es un principio “no negociable” para la Argentina. La canciller Malcorra -embarcada en una azarosa campaña para conquistar la secretaría general de la ONU- abundó en esa misma línea. Sostuvo que hubo una lectura equivocada del comunicado bilateral y reafirmó que nada de fondo se hará sin intervención del Congreso, que es lo que ordena la Constitución. La embestida opositora había sido fuerte e instantánea. La ex embajadora de Cristina en Caracas y en Londres, Alicia Castro, declaró que se había vuelto al tiempo de las “relaciones carnales” con EE.UU. y sus aliados, como en los años de Carlos Menem presidente y Guido Di Tella canciller. El presidente del bloque de diputados radicales Mario Negri, que es una luz, se adelantó a pedir la presencia de Malcorra en el Congreso para “que explique el impacto del comunicado conjunto” sobre Malvinas. La jugada apuntó a mantener en manos del oficialismo el control sobre el curso de la discusión. La canciller dijo que estaba dispuesta a concurrir en cuanto regresara al país. Allí entró en acción Elisa Carrió, pieza decisiva -muchas veces incómoda, siempre necesaria- que junto con los radicales completa la alianza con el PRO que llevó a Macri a la presidencia. Rápida de reflejos ella también, Carrió convocó para este mediodía a la comisión de Relaciones Exteriores de Diputados, de la cual es presidenta. Lo hizo al dar curso a un flamígero pedido del kirchnerismo firmado por el vice de la comisión Guillermo Carmona, el camporista Andrés Larroque y Carlos Heller, junto a media docena de legisladores más. De larga relación personal con Malcorra y defensora convencida del presidente Macri, Carrió sostiene que ninguna de estas simpatías suyas supera el hecho de que el Congreso deba tomar conocimiento y eventual acción en toda cuestión referida a la política exterior. Ese espíritu republicano, conjugado con una habilidad que pocos le niegan, llevaría a Carrió a orientar el debate de hoy en la comisión hacia una playa más tranquila después de que todos hayan desfogado sus entusiasmos. La idea es preservar a Malcorra, quien hace un par de meses ya había hecho una muy larga exposición ante los integrantes de Relaciones Exteriores. A cambio, y tras un entendimiento rápido con otros diputados oficialistas, Carrió propondría que el citado a conversar y explicar sobre Malvinas sea el vicecanciller Carlos Foradori, un apreciado diplomático radical de carrera. Macri llevó en su reducida comitiva a Nueva York al presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, un político clave en el PRO y habitual encargado de apagar los incendios que -más seguido de lo que se sabe- se declaran en el Congreso. Por lo visto, aún con Monzó de viaje, el Presidente encontró allí dirigentes capaces de defender bien sus posiciones. Lo que hicieron los aliados de Macri fue hacer política. Aunque la palabrita en cuestión no disfrute de buena prensa en el olimpo de los gurúes del macrismo. Mirá también: "Llegó la hora de hacer más por los refugiados", dijo Macri en la OnuUn discurso desencantado que no desencajó
Para quienes esperaban emociones como las que despertaban los discursos de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner en las Naciones Unidas, como las que generan el cine y las novelas, la primera aparición de Mauricio Macri sobre el gran tabló de la Asamblea General puede desencantar pero no desencajar. Básicamente porque sigue la línea de esa intencionalidad política del gobierno de Cambiemos de que la “normalidad” guíe la política exterior argentina sin desafíos o vilipendios. Por cierto, el año pasado, en su último discurso ante la Asamblea de la ONU, Cristina olvidó mencionar la causa Malvinas. Mirá también: La prensa británica difundió la posición de Macri por Malvinas Estaba en cambio tan molesta con su par Barack Obama sobre otras cuestiones, que menciono la palabra Estados Unidos literalmente doce veces en un discurso que duró casi dos veces más que el de Macri. La referencia a la cuestión Malvinas que tuvo ayer el Presidente en la ONU forma parte de este formato del ingeniero, aunque valen la pena algunas acotaciones. No es la primera vez que ratifica el reclamo de soberanía sobre el archipiélago como algo “no negociable”. Tampoco es nuevo que su enfoque sobre la cuestión Malvinas busca desandar estos doce años de kirchnerismo. El problema es cómo será y qué conseguirá. La letra del comunicado conjunto entre Argentina Gran Bretaña tras la visita del viceministro Alan Duncan aborda cuestiones tan sensibles a la soberanía como vuelos, pesca, petróleo, navegación y turismo (tierra, habitantes, recursos naturales). Este inflamó los ánimos de opositores y propios al punto que hasta los mismos aliados debieron moderar la ira habitual de la diputada de la Coalición Cívica Elisa Carrió hacia Susana Malcorra, donde ya parece que se trata de algo personal de Lilita contra la Ministra. Al Gobierno de Macri le viene a ocurrir ahora lo mismo que con otros temas de alta sensibilidad. Tiene que volver sobre sí para explicarlo. Y deberá mostrar que lo que se consiga no será poco. Su ventaja igual no es poca. Argentina ya exploró la diplomacia abierta, cerrada, la guerra. La mayoría de los críticos de este acuerdo ignora que, generando la sensación de que batallaban duramente por la soberanía, los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner armaron un verdadero descalabro de resoluciones, pronunciamientos, decretos y leyes, que datan de 2003. Después de ver que tratar de “Okupas” a los isleños no servía, se creó la “amistosa” Secretaría de Malvinas en la Cancillería, para la cual su titular Daniel Filmus y la embajadora Alicia Castro hicieron un curso acelerado sobre historia del conflicto. En algún sentido, pese al innegable apoyo regional del llamado al diálogo de soberanía, la dura y altanera diplomacia británica volvíó a triunfar.
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