POR RICARDO KIRSCHBAUM-Clarin
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02/04/14
A 32 años del desembarco argentino en las Malvinas, que se conmemora hoy, las definiciones de la política exterior argentinaestán provocando controversias.
Hasta ahora, ni la seducción que intentó el gobierno de Carlos Menem ni el endurecimiento de estos diez años de kirchnerismo, han producido progresos en el objetivo principal de la estrategia que es la recuperación del archipiélago.
Los habitantes de las islas han declarado su deseo de seguir siendo británicos. La marcha hacia la autodeterminación sigue sin pausa pese a las protestas argentinas y el voto adverso en los organismos multilaterales. El tránsito de una colonia a un microestado, bajo el paraguas del Commonwealth, señala con cruel realismo cuál fue el resultado de la guerra de 1982.
La Argentina ha tratado de presentar la creación de una secretaría especial para las Malvinas, en la órbita de la Cancillería, como una demostración del interés nacional por las islas. Sin embargo, más allá de esa interpretación no corroborada por los hechos, pareció como una necesidad del Gobierno de darle a Daniel Filmus un lugar de alguna jerarquía luego de haber quedado fuera del Senado en octubre.
Cuando Rusia anexó la península de Crimea, se alertó por el silencio argentino sobre una cuestión vital que forma parte del reclamo por las Malvinas: la integridad territorial.
Correctamente, el Gobierno aludió rápido a la cuestión. Argentina votó en contra en el Consejo de Seguridad pero luego, tras una llamada del presidente ruso a la Presidenta, la embajadora argentina en Naciones Unidas se abstuvo de condenar a Rusia en la Asamblea General.
La abstención podría explicarse por una política en sintonía con países de la región (Brasil, sobre todo) y con el interés argentino de explorar posibles inversiones rusas en la Argentina.
Putin habrá sido muy persuasivo para convencer a Cristina de la conveniencia de no votar en contra de un acto en el que un país se quedó con una porción de otro.
Se argumenta que Crimea formaba antes parte de Rusia y que en los tiempos del deshielo stalinista pasó a manos de Ucrania. Y que Putin actuaba en nombre del interés nacional ruso.
No se sabe qué parte de la historia –la de la ex URSS o si la pragmática de Putin– prevaleció para que Argentina se abstuviera. Sea como fuere, ese voto no le hizo ningún favor a la posición argentina sobre las islas.
¿Acaso hay un cambio de estrategia? Si es así, sería bueno que se explicite porque ese acto podría significar, también, un giro de una política que hasta ahora se había sostenido como única respuesta.
Ya se sabe: en la guerra de 1982, ni la URSS ni China vetaron una resolución de la ONU que condenaba el desembarco de las tropas y la recuperación de Malvinas.
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