POR JORGE CASTRO ANALISTA POLITICO. AUTOR DEL LIBRO “MALVINAS HOY” (DISTAL, 2013)
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12/03/13-Clarin
En la política no hay pasado ni futuro, sino un solo eterno presente”, dice Hegel. Por eso, referido a la política de la Argentina en la cuestión Malvinas, en los términos en que se presenta en la segunda década del siglo XXI, conviene realizar dos precisiones: ante todo, ratificar en forma plena e irrestricta sus títulos de soberanía sobre las Islas; y advertir que, como la política internacional es un mundo de realidades, ha surgido un tercer actor en el conflicto, que es la población isleña, a través de su autoridad política.
Tres décadas después de la guerra de 1982, el nuevo contexto internacional en Malvinas es el mejor que la Argentina ha tenido en los últimos veinte años.
El nuevo mapa geopolítico mundial surgido tras la crisis global 2008/2009, ofrece los siguientes términos: el eje del proceso de acumulación del sistema capitalista ha pasado irreversiblemente de los países avanzados a los emergentes, y entre éstos, los tres principales son China, India y Brasil; ha terminado la hegemonía unipolar de EE.UU., que duró 17 años (1991-2008), y su lugar lo ocupa ahora una plataforma de gobernabilidad del sistema mundial, expresada en el Grupo de los 20 (G-20), en la que Washington comparte las decisiones estratégicas con China, India y Brasil, y de la que la Argentina es integrante.
El hilo rojo central de la acumulación capitalista no circula más por EE.UU. y Europa, sino que se ha trasladado a Asia y América del Sur (Brasil), y el comercio y las inversiones del mundo se orientan ahora hacia el Este y el Sur, no rumbo al Oeste. El mapamundi se ha dado vuelta, por el crecimiento de los países emergentes y el vertiginoso despliegue de su nueva clase media.
El conflicto Malvinas ha escalado por dos motivos. Se han cumplido en 2012 treinta años de la guerra de 1982, que constituyó para Gran Bretaña una sorpresa estratégica -una de las escasas en la historia de los conflictos bélicos-, en la que experimentó el mayor número de bajas desde la Segunda Guerra Mundial, superior incluso a las que sufrió en Irak y Afganistán, sumadas.
En segundo lugar, se ha producido un punto de inflexión en el conflicto, que ha modificado su naturaleza. Es la decisión tomada por el Mercosur y Chile, encabezados por Brasil, de prohibir el acceso a sus puertos de buques con bandera de la autoridad política de las Islas.
El conflicto dejó de ser bilateral y se ha transformado en regional.
En el momento en que Brasil hizo pública su decisión, se encontraba de visita en Brasilia el secretario del Foreign Office, William Hague. Y allí señaló que las prioridades del Reino Unido en el plano del comercio e inversiones no se encuentran más ni en Europa ni en EE.UU., sino en el mundo emergente, y que Brasil y América del Sur han sido identificados como esenciales para sus intereses en el mediano y largo plazo.
En Asia y América del Sur se resuelve el éxito o el fracaso de los intereses británicos en el siglo XXI, según el gobierno de David Cameron. Esto le otorga a Malvinas un relieve geopolítico y económico mayor al que ha tenido en cualquier otro momento de la historia.
El Atlántico Sur ha dejado de ser el “mar vacío” que era en 1982, en el que los únicos protagonistas eran la Argentina y Gran Bretaña, sin que hubiera otros intereses en juego. Ahora es un “mar lleno”, profundamente trasnacionalizado, con múltiples actores y cada vez mayor relevancia internacional.
El Atlántico Sur es la última reserva ictícola que queda en el mundo, debido a que la depredación sistemática ha vaciado los otros mares. De ahí que las flotas pesqueras del mundo entero estén desplegadas allí, ante todo las de Asia (China) y la Unión Europea. También se encuentran en esta región las más grandes reservas petrolíferas del mundo actual, que son las del “pre-sal”, en cuya explotación Brasil y Petrobras invertirán US$ 1 billón en los próximos diez años.
Hay una tercera novedad de envergadura, y es que ha surgido un tercer actor, y la disputa ya no se limita ya a Londres y a Buenos Aires. Ese tercer actor es la población de las Islas, que actúa con autonomía del gobierno británico, expresada a través de su autoridad política.
Esta autoridad dispone de amplios recursos para sustentar sus decisiones.
El canon pesquero y petrolífero se paga exclusivamente en Puerto Stanley/Puerto Argentino, no en Londres, y el ingreso per cápita de su población es de US$ 60.000 anuales, superior al de las Islas Británicas.
Por último, y estratégicamente crucial, es que se ha modificado en sus raíces el posicionamiento global de la Argentina con respecto a 1982.
Entonces, era un país hondamente aislado, convertido en paria internacional por la violación masiva de los derechos humanos, y estructuralmente, por su carencia casi absoluta de inserción en la economía global, al haber perdido prácticamente la totalidad de los mercados para sus exportaciones agroalimentarias, con excepción de la Unión Soviética.
Ahora, la Argentina se ha convertido en un país relevante en el nuevo contexto global, en su condición de gran productor de alimentos, en el momento en que la demanda de este rubro crítico se duplica en los próximos 20 años, y cuando la población mundial pasa de 7.000 millones a 9.000 millones en las próximas tres décadas. Por eso,la producción alimentaria se ha transformado en el punto principal de la agenda internacional, y en primer lugar del G-20. Hay un nuevo actor en el conflicto Malvinas, y el contexto mundial es el más favorable que la Argentina ha tenido en 20 años. El campo de lo posible se ha ampliado.
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