- Clarin.com
- Opinión
- 24/11/14
Debate.Federico Lorenz
Mentar Malvinas es sembrar vientos que cosecharán tempestades”. Ese es aún UN axioma para quienes de un modo u otro planteamos revisar la cuestión de una manera propositiva, que reconozca los profundos cambios que la región y nuestro país han vivido desde la restauración de la democracia. Y que incluya, también, la idea de que además de las fuerzas nacionales, en 1982 en las islas también fue derrotado un modo de entendernos como país.
Pero como suele suceder con los símbolos, las respuestas a esos planteos en general han sido binarias, excluyentes y a veces difamatorias. Uno de los principales males que aquejan a la reflexión sobre Malvinas es la rentabilidad en términos de política interna que produce el agite de la causa nacional.
Esto es negativo, porque el patriotismo se mide por la adhesión a ciertas fórmulas retóricas más que por los avances concretos en la satisfacción de la demanda nacional.
Sin embargo, dos columnas recientes publicadas por Carlos Escudé (9/11) y Marcelo Kohen (17/11) en estas páginas permiten ser optimistas en cuanto a este estancamiento. Muy sucintamente, la polémica se centra en una propuesta de Escudé consistente en renunciar a la soberanía a cambio de obtener una porción considerable de espacios marítimos circundantes, que Kohen refuta con argumentos históricos y jurídicos a partir de las cuales formula la propia.
Más interesante que el debate es lo que este evidencia: que ya no es posible pensar Malvinas ni sostener una política exterior hacia el archipiélago de la forma en la que lo venimos haciendo, salvo que el objetivo de la misma sea el de mantener un statu quo que favorece a los usurpadores británicos y aleja las posibilidades de una solución.
Ambos autores son expertos de fuste. Se puede acordar con ellos o no, pero es innegable que han dedicado esfuerzos y trabajo a pensar el problema. Expresan, para simplificar, dos paradigmas a la hora de pensar la cuestión: el pragmatismo versus la mirada tradicional basada en los títulos históricos argentinos. Carlos Escudé, ex asesor del canciller Di Tella, es asociado sin más y a veces a la ligera al agujero negro de “la década de 1990”; Marcelo Kohen, expresa posiciones más afines a la línea argumental del actual gobierno. Tienen, sin embargo, algo en común.
Ambos ponen la mirada histórica sobre los procesos en un plano secundario, aun cuando al polemizar argumenten históricamente. En el caso de Escudé, porque analiza solo la situación post 1982 y desde allí propone una solución: la historia parece no importar frente a los hechos consumados. En cuanto a Kohen, la apelación a los títulos históricos argentinos se ancla en un pasado que en tanto tal es inmodificable, pero con la pretensión de extender esa propiedad al problema en el presente.
No obstante, desde el extremo de “canjear mar por tierra” de Escudé a las propuestas de Kohen de “autonomía con estatuto especial y garantías internacionales, doble nacionalidad, mantenimiento del modo de vida actual incluso idioma, distribución de recursos de los espacios marítimos similar a la existente entre las provincias ribereñas y el estado federal”, la polémica muestra que algo está cambiando.
En primer lugar, implícita y explícitamente, las formas en las que los isleños deben ser considerados en las propuestas argentinas han vuelto a escena (como lo estuvieron, por ejemplo, en la década de 1970), más allá de retóricas de aniversario que les niegan la mera existencia.
En segundo lugar, es evidente la urgente necesidad de profundizar la reflexión sobre las islas aumentando la escala. La retórica vigente anclada aún en la usurpación de las islas pone en primer plano a Malvinas pero desdibuja, como en la composición de un artista, el escenario circundante: geográfico, económico, e históricos. Es necesario dar mayor densidad a miradas de largo plazo y gran escala. Para ello, necesitamos abducir el problema de la lógica de la política interna, y reinsertar a las Malvinas en espacios más grandes y procesos más extendidos en el tiempo.
Las políticas de estímulo a la investigación y a las redes académicas para explorar la cuestión Malvinas lanzadas recientemente por la nueva Secretaría de Asuntos Relativos a las Islas Malvinas parecen ir en este sentido. Dicho de un modo simple, se trata de articular la agenda política con el trabajo de los académicos. Ese encuentro puede ser fructífero en tanto la lógica política no colonice a la científica, y viceversa, sino que se produzca una virtuosa colaboración.
Federico LorenzHISTORIADOR (CONICET-INSTITUTO “DR. EMILIO RAVIGNANI”)
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