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- Opinión
- 18/09/14
Tribuna. La disputa por la soberanía de las Islas es un caso único. Sin embargo, se pueden sacar enseñanzas de la forma en que Gran Bretaña manejó el referéndum separatista que se resuelve hoy. Su estilo de negociación debería poder influir en la recuperación de lo mejor de la diplomacia argentina.
Todo lo que Escocia puede aportar a Malvinas
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- Fernando Petrella Embajador
El sistema internacional atraviesa importantes crisis.
Crisis de valores democráticos, como si las garantías republicanas fueran cosa para algunos y no para otros; crisis de legitimidad política que se asienta en la desconfianza hacia quienes administran los gobiernos y crisis económica, causante de desempleo, desigualdad e incertidumbre, todo lo cual desemboca en una crisis de la gobernanza global que se manifiesta, además, en los dolorosos conflictos de Siria, Irak y Ucrania.
Estos hechos alientan los “separatismos” que, si bien existían históricamente, nunca habían alcanzado la “madurez” como para poner en riesgo la integridad de importantes naciones y los equilibrios geográficos sobre los que descansa la estabilidad internacional. L os casos específicos de Cataluña y Escocia no son nuevos aunque, la difícil situación de Europa y de sus instituciones contribuye a que las voces separatistas adquieran la vigencia que antes no tenían.
Pero no todas las circunstancias son iguales o lejanas.
No deberían serlo para los argentinos.
Escocia, por ejemplo, nos ofrecería oportunidad para dos importantes reflexiones y una conclusión. La primera, se relaciona con el “fondo” y la segunda, con la “forma”. La vinculada con el “fondo” sugiere que el gobierno británico aceptará pacíficamente el resultado de la consulta y las trascendentes consecuencias que podría tener un triunfo secesionista. La segunda reflexión, la de las “formas”, tiene que ver con la manera y “las maneras” con que Londres asume el evento que tendrá lugar hoy.
En este sentido, David Cameron no ha descalificado a los políticos escoceses secesionistas, no ha insultado a Escocia ni a su historia ni a sus tradiciones.
Por el contrario, ha procurado acercarse y ha buscado el diálogo, resaltando las ventajas políticas y económicas del actual status, ofreciendo alicientes y nuevos elementos de autonomía. Es decir, ha negociado, aun unilateralmente, tratando de incrementar los lazos de amistad y descartando irritar a sus interlocutores.
De estas conductas podríamos extraer una doble conclusión. La primera, que el episodio de Escocia permite conocer todavía mejor al Reino Unido y a sus “códigos”, puesto que es la contraparte para la negociación sobre las Islas Malvinas. La segunda, que para inducir a esa negociación sigue siendo correcto un enfoque basado en el acercamiento, la amistad y los valores comunes.
Felizmente ningún separatismo pasado o actual, pacífico o traumático, es, en sustancia, asimilable con la disputa sobre las Islas Malvinas.
La cuestión Malvinas ha sido definida como un caso “especial y particular”, enmarcada en los mecanismos establecidos en las Resoluciones de las Naciones Unidas que consagran la integridad territorial, y en cuyos términos se ha negociado periódicamente con el Reino Unido. De allí que no debemos comparar el caso Malvinas con ningún otro.
Solamente aprovechar las experiencias que el mundo nos ofrece.
Estas experiencias nos muestran a un gobierno británico convencido, pero también flexible frente a lo que puede significar una pérdida territorial muy importante y a pesar de ello, apegado a tender puentes con quienes debe, necesariamente, negociar y transigir.
La diplomacia argentina alcanzó grandes progresos cuando aplicó estos criterios en este y en otros casos. Sería hora de volver a ellos.
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