viernes, 21 de marzo de 2014

Crimea, Malvinas y la guerra fría

POR RICARDO KIRSCHBAUM – Clarin

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21/03/14

La anexión de Crimea por Rusia ha despertado una muy fuerte polémica sobre la legitimidad del apoderamiento de una parte del territorio de Ucrania. El premier Vladimir Putin, envuelto en la bandera de la emoción nacionalista, ha dicho el martes que “después de un largo viaje por el mar, Crimea y Sebastopol han vuelto a su puerto, a sus playas, a Rusia”. Entre la música que sonaba en la Plaza Roja, se destacaba una antigua canción soviética: “Vals de Sebastopol”. Putin recordó que Crimea fue amputada de Rusia en 1954, durante el gobierno de Nikita Kruschev en la ex URSS. También se acordó de las guerras del siglo XIX en Crimea (contra británicos, franceses y turcos) y de la enconada resistencia contra la invasión nazi.

Las crónicas que describen ese acto en Moscú hablan de un Putin exultante pero además desafiante. La retaliación rusa al intento de la Unión Europea (y de la OTAN) de avanzar en un acuerdo con Ucrania disparó la operación. Los rusos no podían tolerar, por razones de seguridad nacional, que la alianza militar atlántica que encabeza EE.UU. husmeara sus fronteras.

Este es un aspecto de la situación. Nadie habla, aún, del retorno de la guerra fría pero es indiscutible que Crimea significa el ingreso a una nueva fase en la disputa del poder mundial. Este desafío al orden establecido luego del colapso soviético de los años 90 implica, claramente, que para Putin la era de una sola superpotencia (Estados Unidos) ha concluido.

Su afirmación sobre que tanto Washington como sus aliados cruzaron la “línea roja” al derrocar al gobierno pro ruso en Ucrania se añade a su advertencia a los “rusofóbicos y neo nazis” de intentar agitar dentro de Rusia contra su gobierno.

Si se estudia el lenguaje utilizado por Putin en ese discurso se pueden encontrar similitudes con discursos del tiempo soviético, impregnado por una fuerte impronta nacionalista.

Argentina ha votado en contra de Rusia en el Consejo de Seguridad de la ONU. La Presidenta reivindicó la integridad territorial, clave en el reclamo argentino por las islas Malvinas. Y ha mencionado, con justeza, que el referéndum en las Malvinas no ha sido condenado por aquellos que sí criticaron el realizado en Crimea.

En abril de 1982, después del desembarco argentino en Malvinas, Moscú no vetó la resolución 502 de la ONU que pedía el retiro de las tropas argentinas. “Los husos horarios no nos favorecen”, le dijo el entonces embajador de la URSS a un atribulado Nicanor Costa Méndez que le pidió el veto. Luego, Moscú dio apoyo de inteligencia a las tropas de Galtieri pero respetó la bipolaridad de entonces: la guerra británico-argentino se libraba en el área de influencia de Washington.

Eso no estuvo en discusión a pesar del esfuerzo por mostrar a Moscú como aliado.

Eran todavía tiempos de guerra fría.

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