miércoles, 30 de marzo de 2016

La Historia y el Derecho

Malvinas, entre la historia y el derecho

Tribuna
Facundo D. Rodríguez


En 2008, dos ignotos autores, Graham Pascoe y Peter Pepper, publicaron un folleto titulado “Más allá de la historia oficial. La verdadera historia de las Falklands/Malvinas”. Fue distribuido en diferentes versiones, la última, con respaldo del gobierno británico, ante el Comité de Descolonización de Naciones Unidas en junio de 2015, bajo el pomposo título:“Historia falsa sobre las Falklands/Malvinas ante la Organización de las Naciones Unidas: Cómo la Argentina engañó a la ONU en 1964 – y sigue haciéndolo”. Es conocida la habitualidad británica de utilizar emisores diversos para infestar el escenario. El objetivo es doble: atacar los sólidos argumentos histórico-jurídicos que demuestran la soberanía argentina y tratar de convencer que las islas están habitadas por un pueblo de origen multinacional que sería titular del derecho de libre determinación. 
Para el Reino Unido, la cronología que sostiene constituye el pilar de su postura. Sin embargo, la propaganda oculta la verdad. Dicen los británicos que el descubrimiento de las islas fue en 1592 por un marino inglés, John Davis. Sin embargo, en 1520, el capitán Andrés de San Martín, tripulante de la expedición de Magallanes, produce el primer mapa de las islas, a las que llama “Sansón y de Patos”. El establecimiento humano más antiguo es de Francia, en 1764. En 1766 traspasa las islas, con reconocimiento de derechos preexistentes, a Su Majestad Católica (España). Además, ya en 1540 un buque español recaló por varios meses en las islas. Estas pasan a posesión argentina por sucesión a los derechos de España. La Argentina nunca reconoció los derechos británicos sobre las Malvinas usurpadas en 1833.
El argumento británico de la libre determinación en Malvinas se derrite por sus propias contradicciones. No hubo “libre determinación” cuando expulsó a los dos mil habitantes autóctonos del archipiélago de Chagos. Allí, en 1966, arrendó a los Estados Unidos la isla Diego García para instalar una base militar. En 1967, el gobierno británico compró la mayoría de las plantaciones de la isla para luego cerrarlas, dejando a la población sin alimentos ni medicinas. Inmediatamente, la desalojó despóticamente y envió a los isleños a Mauricio y Seychelles, negándoles, por una Ordenanza de Inmigración de 1971, el derecho al retorno. En Malvinas la libre determinación no cabe por cuanto el territorio no es británico. Según Rosalyn Higgins, ex jueza británica y ex Presidenta de la Corte Internacional de Justicia: ““Hasta que no se determine quién tiene la soberanía territorial, es imposible saber si los habitantes tienen el derecho de libre determinación”. Lo que corresponde jurídicamente, y los británicos se niegan, es resolver la cuestión de fondo: la soberanía.
El principio de libre determinación, sin duda, le asiste al pueblo argentino. Resulta auspiciosa la política del gobierno que asumió el 10 de diciembre en términos de relacionamiento con el Reino Unido. Al respecto es esencial deponer cualquier ejercicio voluntarista. La complejidad del tema requiere estrategia, acción, perseverancia, firmeza y diplomacia excelsa. Los vaivenes emocionales lo único que acarrean son reveses. Adicionalmente, hay que comprender que no hay magia en las relaciones internacionales. Los resultados, por más razones que nos asistan -y nos asisten indudablemente- suelen ser más tardíos que las ansiedades de los protagonistas.
Hay mucho por transitar mirando el futuro y sin encorsetarnos con plazos perentorios. La Argentina debiera volver a llevar la cuestión Malvinas al seno de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Con el apoyo ya expresado por Unasur, Celac, OEA, G77 + China, países árabes y africanos, entre otros, se aseguraría su permanencia en la agenda del máximo nivel orgánico internacional y no sólo, como ahora, en el ámbito del comité de Descolonización de la ONU. Fortalecer los lazos comerciales con el Reino Unido es una decisión inteligente y permitiría, además, ir generando una relación positiva con el empresariado británico y por ende un lobby constructivo. El país tiene que ir recuperando de manera sostenida su presencia protagónica en el Atlántico Sur. A la vez, el respeto por la situación de los isleños no puede estar ausente, naturalmente circunscribiéndolos a su status marginal respecto del conflicto de soberanía. Deberían contemplarse paulatinos vínculos de cooperación e intercambio que cimenten la confianza mutua. La Argentina debería seguir propiciando debates académicos con los británicos. Allí puede quedar expuesto el desvencijado andamiaje jurídico de la postura de Londres. Contribuirían así a arrojar luz en la comarca planetaria. París, Washington, Bruselas, La Haya, serían escenarios a explorar. La invitación a organizaciones de la sociedad civil agregaría valor a la iniciativa.
Facundo D. Rodríguez es abogado. Co-autor del libro "Las Malvinas, entre el derecho y la historia" (Eudeba)

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