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- 02/06/14
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ROSENDO FRAGA
Tribuna. Documentos recién desclasificados sobre la Guerra de Malvinas muestran que el Mundial de 1982 era tema de debate para el gabinete inglés.
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Días atrás fueron desclasificados nuevos documentos del Archivo Nacional del Reino Unido referidos a la guerra de Malvinas. De ellos surge que, en el caso de que la guerra se prolongase, la posibilidad de que la Selección de fútbol británica fuera derrotada por la Argentina -que había ganado el Mundial anterior- era motivo de preocupación.
El ministro de Medioambiente de entonces, Michel Heseltine, cuya competencia comprendía el deporte, señalaba que en el Partido Conservador predominaba la idea de que no convenía jugar contra Argentina.
Le escribió al mando de las Fuerzas de Tareas Británica, que estaba en torno a las islas en mayo, que “hay un sentimiento en nuestro Partido de que sería inaceptable [jugar contra Argentina]”. El integrante del Gabinete escribió asimismo, en un paper confidencial, que la opinión pública británica “seguramente no aceptaría y estaría en contra de participar en un Campeonato Mundial en España [que era sede] si tropas inglesas fueran atacadas por fuerzas de la Junta.”Agregaba: “La situación podría cambiar rápidamente si las hostilidades empeorasen y especialmente si hubiera más bajas británicas”.
En momentos que la guerra de Malvinas era el foco central de la política exterior de Londres y cuando se analizaban informes como el que daba cuenta que el Jefe de las Fuerzas Armadas iraníes se mostraba admirado por el desempeño en la guerra de los aviones Sea Harrier, el Mundial de Fútbol era considerado un problema de envergadura y se temía que pusiera de manifiesto el aislamiento del Reino Unido en este conflicto.
El Secretario del Gabinete, Robert Armstrong, analizaba el boicot de los países occidentales a los Juegos Olímpicos que se habían realizado en Moscú en 1980, lo cual había demostrado lo difícil que resultaba lograr apoyos internacionales para este tipo de causa (la invasión soviética de Afganistán había desatado una serie de sanciones, entre las que se incluyó dicho intento de boicot).
Heseltine estaba en contra de que el Reino Unido no participara en repudio a la presencia argentina y argumentaba que, aun teniendo éxito, podía terminar dándole una “victoria moral” a la Argentina. Agregaba que ello podía dañar la relación con España, donde había notorias simpatías con el país sudamericano.
En su opinión, “el brasileño que lideraba la FIFA” nunca iba a apoyar una acción para impedir que Argentina participara.
Además, si el Reino Unido no lo hacía, ello podía complicar la participación británica en 1986.
Armstrong desaconsejaba el boicot, argumentando que no participar traía costos financieros importantes, especialmente para las ligas de fútbol de Escocia e Irlanda del Norte.
Se analizaba que la posibilidad de que la Selección de la Argentina y la del Reino Unido se enfrentaran era muy improbable, dados los diferentes grupos en los cuales iniciaban su participación. Sólo en el caso improbable e “indeseable” de que ambas llegaran a la final, se enfrentarían. En cambio, la Selección de Escocia -que como ahora participaba como si fuera un país independiente- podía llegar a enfrentarse con Argentina el 28 de junio, cuando todavía a lo mejor la guerra continuaba.
Pero la rendición argentina se precipitó el 16 de junio, justo cuando el Mundial de Fútbol se iniciaba, y entonces todas las preocupaciones del gobierno británico respecto al Mundial pasaron a ser abstractas.
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