miércoles, 23 de diciembre de 2015

El ex combatiente que volvió a Malvinas 33 años después: “No entendemos por qué estas islas son británicas”

El ex combatiente que volvió a Malvinas 33 años después: “No entendemos por qué estas islas son británicas”

Una vida a bordo.
Se llama Michael Ward y ahora trabaja en el sistema de seguridad de un crucero que visita las islas cada 15 días. "El regreso fue antipático", reconoce. Sus recuerdos, la importancia de la guerra y el desconocimiento de la causa.


Se confunde entre los turistas, su figura espigada recorre cada tarde con un trote intenso el pasillo externo de uno de los pisos de su nueva casa, un buque de 70.000 toneladas y 12 pisos, que lejos está de ser un acorazado de guerra; más bien está repleto de shows, comida, bebidas y diversión. Si el viento helado del Mar Argentino se planta como una barrera insalubre, en todo caso ocupará durante una larga hora una de las ocho cintas para correr dentro del gimnasio del Norwegian Sun, el crucero de esta compañía con base en Miami que de noviembre a marzo hace la ruta Buenos Aires-Valparaíso (Chile). Tiene 51 años y en medio de esta travesía sumará otro más. Los números dan vuelta en su cabeza. Tenía 16 cuando en 1980 ingresó en la Marina Real Británica (Royal Navy) y allí estuvo tres décadas. A los 18 recién cumplidos, en abril de 1982, también se subió a un barco. Pero no tenía el colorinche del Sun, ni la piscina de la cubierta rodeada de reposeras y sus bares repletos de refrescantes tragos. Todo era gris y estaba lleno de armas, cañones y municiones. Era parte de la flota de Royal Navy. Era, en ese joven momento, la casa obligada de Michael Ward, el ex combatiente que volvió a las Islas Malvinas después de 33 años. Ahora, con otros aires, otra templanza y la opción de vida de poder analizar y dar su propia mirada de aquella espantosa guerra. El Norwegian Sun ancla a varios metros de la costa de Puerto Argentino y los turistas se suben a cada tender para cruzar y llegar en unos 20 minutos. Mike se sube y va, en silencio, acompañado por algunos de sus nuevos amigos a bordo. También de sus alumnos, todos como parte de la tripulación, que tienen en Ward al principal instructor en cuanto a todas las medidas de seguridad y prevención se requieren a bordo.
“Fue un antipático regreso, porque muchos británicos preguntaban ¿por qué? Así como ustedes las llaman Malvinas (lo dice en español, por primera y única vez en la charla, pero la traducción se cae de madura), a nosotros no nos enseñaron en nuestra educación acerca de las Falklands, así que un montón de británicos no las conocían. Y en la Royal Navy, de donde provengo, ninguno de nosotros sabía nada acerca de las islas. Cuando nos dijeron que íbamos a las Malvinas, no sabíamos a dónde estaban. El gobierno decidió ir a pelear y allá fuimos. No fue algo divertido para nadie, como toda guerra. Nunca hubo posibilidades, aún ahora, de construir un puente con Argentina”, cuenta, expresivo y serio, Ward, sentado y de piernas cruzadas en uno de los sillones del quinto piso del barco, algo así como el lobby de este hotel flotante.
¿Cuál es su tarea en este barco?
Mi responsabilidad principal es la seguridad del barco, me ocupo de los sistemas de seguridad de la nave. También me ocupo del entrenamiento de toda la tripulación, unas 40 horas por semana de entrenamiento. Es un trabajo grande y tengo un equipo de tres personas trabajando conmigo. Hace dos años que estoy en este barco, en el Sun, y cinco en Norwegian.
¿Y antes?
Antes estuve en la Royal Navy por 30 años. Ingresé en 1980, con 16 años de edad. Estuve en la guerra de Malvinas (dice Falklands) y esta es la primera vez que regreso acá en 33 años.
¿Qué recuerdos tiene de los soldados argentinos?
Admiro a sus pilotos. Sus pilotos fueron gente muy valiente, fueron pilotos realmente muy buenos y tuvimos un montón de problemas por ellos. Demostraron ser muy valientes. Nos hundieron varios barcos.
¿Conoció algún ex soldado argentino?
Sí, sí, sí, me encontré con algunos de los pilotos cuando estaba en la Royal Navy.
En ese momento se nos viene el recuerdo de aquel poema de Jorge Luis Borges, publicado por primera vez el 26 de agosto de 1982 en Clarin. “Juan López y John Ward”, se titulaba, como un giro del destino en la identidad de este británico que tres décadas más tarde volvió a tocar su tierra de guerra. “Les tocó en suerte una época extraña. El planeta había sido parcelado en distintos países, cada uno provisto de lealtades, de queridas memorias, de un pasado sin duda heroico, de derechos, de agravios, de una mitología peculiar, de próceres de bronce, de aniversarios, de demagogos y de símbolos. Esa división, cara a los cartógrafos, auspiciaba las guerras. (…) Hubieran sido amigos, pero se vieron una sola vez cara a cara, en unas islas demasiado famosas, y cada uno de los dos fue Caín, y cada uno, Abel. Los enterraron juntos. La nieve y la corrupción los conocen”.
¿Pero les fue posible salir?
Sí, unos días antes del final. Es difícil recordar todo perfectamente... Muchos británicos no entienden cómo pueden ser británicas. No entendemos mucho. Vemos que hubo referéndums en los que la gente quiere ser británica, pero los británicos de allá no saben por qué. Incluso nosotros, ex militares como yo, servidores del gobierno, miramos para atrás y no sabemos por qué. No entendemos por qué las Malvinas son británicas. Y en Gran Bretaña es muy difícil escuchar hablar de las Malvinas, en ninguna conversación sale ese tema.
Como ya aclaró, no sabían a dónde iban...
No teníamos idea de las islas Malvinas, casi nadie en el barco lo sabía, y éramos una tripulación de 350 personas. Había un miembro de la tripulación que sí había escuchado de ellas, pero nadie de nosotros estaba enterado de que las islas Malvinas eran británicas, ni dónde estaban. Esa es la verdad. Y no pensábamos que entraríamos en guerra cuando la Primer Ministro nos envió.
Ward se refiere a Margaret Hilda Thatcher, quien fuera la premier británica desde 1979 a 1990 y falleciera en abril de 2013. Un dato de actualidad indica que la última inauguración que se dio en Puerto Argentino (Stanley, para Mike) es un busto de Thatcher. Ward no se guarda elogios hacia ella, y sigue, mientras mira su reloj aunque no parece apurado. En todo caso un tic cronológico lo debe llevar a ese gesto aún asombrado de estos 33 años que el grupo de periodistas argentinos le hace repasar.
¿Estando acá pensaban que todo se iba a resolver antes?
Sí, de manera política. Ninguno de los militares pensaba que iba a entrar en una guerra. Pensábamos que Margaret lo iba a solucionar, era una fantástica primer ministro, muy fuerte y con decisión.
¿Cuánto tiempo estuvo?
Llegamos como Task Force (una fuerza de tareas), todos nuestros barcos llegaron juntos y estuvimos la guerra entera. Hicimos los desembarcos en el estrecho de San Carlos. Nosotros llevábamos marines que bajaban en la playa Azul y nosotros estábamos al frente. Permanecimos en San Carlos durante toda la guerra, donde nos hundieron algunos barcos. El Sheffield fue el único barco hundido en mar abierto, el resto fue ahí, en el estrecho de San Carlos. Creo que fueron cuatro los barcos hundidos ahí con los Mirage. Ustedes volaban por debajo del alcance de los radares y por eso no los podíamos detectar. Sus pilotos fueron personas muy, muy valientes. Venían por debajo del nivel del radar y, una vez que los detectábamos, muy pocos podían regresar. Así nos hicieron mucho daño en nuestras naves, hasta que se quedaron sin misiles. Si no se hubiesen quedado sin misiles aire-tierra para atacar nuestras naves, nos hubiera sido difícil de defender, sin duda. Estuvimos en problemas allí.
¿Cuál era su tarea en la guerra?
Recargaba combustible de las aeronaves, sobre todo helicópteros. En el desembarco en playa Azul los helicópteros salían, regresaban, los recargaba y volvían a salir. Yo tenía 18 años. Cumplí años en marzo y la guerra empezó en abril.
¿Qué siente ahora?
Tristeza, porque la isla es un terreno muy inhóspito, y en 1982 la población era muy pequeña. Ahora hay dos o tres mil personas. ¿Sabes? No entendemos por qué. Fue por política, política pura. Muchos de mis amigos ya habían regresado. Fue una guerra grande por una ganancia muy pequeña, con unas mil muertes, pero fue sólo política. Es un lugar a 6 mil millas de distancia. A mi hija, que ahora tiene 25 años, nunca le explicaron sobre las Malvinas, sabe que su padre estuvo en la guerra de Malvinas, pero nunca nadie le dijo nada al respecto más que lo que sabe por mí, lo que es realmente muy poco.
¿No lo enseñan en las escuelas?
No, nadie habla de eso. Yo mismo hablo más de las guerras de Afganistán o Irak, muy raramente menciono las Malvinas.
¿Ella le pregunta?
Sí, me pregunta. Porque fue el primer conflicto en el que estuve, después estuve en Bosnia a finales de los ‘90 y en Irak y Afganistán en los 2000. Los militares británicos nunca tuvieron conflicto alguno antes de las Malvinas, por muchos años antes y por muchos años después. Vas a un bar y les preguntás a los británicos acerca de las Malvinas y no sabrán qué decirte.
Parece que fue ayer…
Sí, pero fue hace 33 años, y hoy aún no lo entendemos, sólo la gente de las islas quiere seguir siendo británica, nadie más apoya esta causa.
¿Cómo terminó trabajando en un crucero?
Me retiré de la milicia luego de un contrato de 22 años. Estuve ahí mucho tiempo y obtuve una pensión. Me retiré como a los 46 años de edad y volví a navegar. Intenté no volver a hacerlo, intenté regresar a casa, pero no pude.

domingo, 20 de diciembre de 2015

Nueva política de estado

Nueva política de Estado para Malvinas

Debate.Marcelo G. Kohen
La llegada de un nuevo gobierno es siempre un momento oportuno para replantear una nueva estrategia en la cuestión Malvinas, en la que se deberán continuar ciertas políticas y modificar profundamente otras. Hoy, 16 de diciembre, se cumplen 50 años de la adopción de la Resolución 2065 (XX) por la Asamblea General. El 30 de abril de 2014, los legisladores Giustiniani (PS), Alfonsín (UCR), Pinedo (PRO) y A. Pérez (FR) escribieron sin éxito a la ex presidenta para volver a colocar el reclamo en el máximo órgano representativo de las Naciones Unidas, el mismo que decide las cuestiones sobre descolonización. Tenemos los votos necesarios para su aprobación. No se capitalizaron los apoyos obtenidos en muchos foros regionales. Corresponde poner fin al “acuerdo de caballeros” para no llevar la cuestión a la Asamblea General celebrado por Menem con el gobierno británico y que éste último hizo público en el 2011 en un mensaje al Parlamento.
Es necesaria una política hacia los isleños sin que ello signifique que se transformen en una pretendida “tercera parte” en la disputa de soberanía. Si el mandato constitucional es respetar su modo de vida y el de las Naciones Unidas el de tener en cuenta sus intereses, deben ser escuchados a estos fines. Una cosa son los nativos, verdaderos isleños, y otra un “Gobernador” llegado de Londres o los habitantes llegados en las últimas décadas esencialmente de la metrópoli y que hoy constituyen la mayoría de la población.
Deberán promoverse puentes de toda naturaleza entre el continente argentino y las islas, especialmente en el plano de las comunicaciones, del comercio y de la cultura. La política británica es desarrollar el contacto con Chile y Uruguay. Una política frontal hacia los habitantes sólo ayuda a la tesis británica, tanto como la que sería favorecer el contacto con nuestros vecinos si se impide el nuestro. Frente a la propaganda británica que escandalosamente atribuye a la Argentina una intención “colonialista”, es necesario avanzar en la elaboración colectiva de una propuesta concreta de solución del conflicto. Será también un útil importante frente a la negativa británica de negociar. Debería hacerse en el marco de una política de Estado en la que la responsabilidad sea colectiva. Su elaboración podría ser atribuida a una comisión compuesta por parlamentarios y personalidades académicas y diplomáticas.
Mientras el Reino Unido se niegue a discutir soberanía y avance en la explotación de recursos, es imposible permitir que vuelos charter vayan a Malvinas. Deberán mantenerse las medidas tendientes a combatir esta explotación indebida. Dado su alcance efectivo limitado, se impone definir una estrategia que incluya la utilización de todos los recursos disponibles en el plano internacional.
En política internacional también, lo cortés no quita lo valiente. Y viceversa.


Marcelo G. Kohen es profesor de Derecho Internacional en el Graduate Institute de Ginebra

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Malvinas, a medio siglo de la Resolución 2065

Tribuna.Alejandro Simonoff

Se cumplen en estos días los 50 años de la aprobación por parte de la Asamblea General de Naciones Unidas de la Resolución 2065, hasta el momento, el instrumento más trascendente en nuestra disputa por la soberanía de las islas Malvinas y archipiélagos adyacentes. Nuestro país, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, buscó resguardar sus intereses ante el nuevo escenario internacional. Las resoluciones 1514 y 1654 fijaron el problema de la descolonización en la ONU y lo regularon bajo dos principios: uno general, el de autodeterminación, y otro limitante de éste, el de integridad territorial.
En los años ‘60 existió la conciencia que se debería avanzar, y así lo entendió el presidente Arturo Illia. La Resolución 2065 reconoció el conflicto como una situación colonial e invitó a las partes a negociar con el objeto de encontrar una solución pacífica. La apertura del diálogo bilateral en el marco de Naciones Unidas fue desaprovechada durante la dictadura de la “Revolución Argentina” al no responder a tiempo los papeles de trabajo elaborados por la comisión conjunta en 1968.
Los mecanismos bilaterales y multilaterales fueron apareciendo. Los primeros privilegiados por las dictaduras -la “Revolución Argentina” y el “Proceso de Reorganización Nacional”-, como así también por el menemismo que tuvieron un acercamiento a la tesis británica con diversas estrategias de seducción. Otras veces de manera exclusiva a la segunda, como en el caso de la administración de Alfonsín, la cual tuvo que enfrentar la decisión británica de no tratar el tema de la soberanía como resultado de la guerra.
A partir de 1999, se combinaron ambas, donde lo multilateral ayudó a compensar las asimetrías, y también existió un paulatino alejamiento del paradigma instaurado en la década de los ‘90: primero durante la Alianza con el abandono de la estrategia de seducción, y luego de 2007, en los años de Kirchner con la impugnación de la declaración para la explotación de hidrocarburos.
En este tema, la Argentina con posterioridad a la crisis de 2001 desarrolló un perfil internacional donde privilegió dos planos: uno geográfico y otro conceptual. El primero fue “conosureño” y luego se fue extendiendo al resto de las naciones periféricas, el otro fue multilateral. Ambos contribuyeron a la comprensión del problema. La regionalización de esta cuestión y un mayor activismo entre los países emergentes tuvo en estas administraciones una consecuente tarea, como así también vincularla a los intereses económicos y estratégicos en juego, pero a pesar de ello, el lugar cada vez más marginal en los discursos presidenciales podría estar marcando cierto estancamiento en el tema.
La Resolución 2065 abrió un campo fértil. Hemos logrado muchos apoyos significativos, pero esta estrategia resulta insuficiente sin un diálogo cara a cara. Es necesario complementarla con una aproximación indirecta que genere confianza entre las partes, como ha ocurrido en otras soluciones a conflictos coloniales. No es corto, ni rápido, ni seguro, pero debemos estar dispuestos a un cambio de mentalidad de nuestra parte, ya que la administración de la Cuestión Malvinas como una urgencia nos llevó a una guerra primero, y tras ella, a una vuelta a foja cero. Nos enfrentamos a un horizonte tan alentador como incierto al mismo tiempo. Porque los cambios que se están operando en el sistema internacional debilitan el poder británico -gracias al cual elude el diálogo exigido por la comunidad internacional-, pero como en un campo minado, la amenaza de la “independencia” de los británicos que habitan en las islas está siempre latente.

Alejandro Simonoff es profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP)